Para empezar...



Para empezar...

¿Quién no ha pensado alguna vez cómo habría sido nacer siendo otra persona o con otras características genéticas? Pues bien, eso es algo sobre lo que ya poco podemos hacer… Pero hay algo sobre lo que sí podemos incidir y es qué hacer con eso que tenemos, cómo adaptar nuestro cuerpo a nuestras necesidades. Ya que tenemos el cuerpo que nos ha tocado, lo mejor es mantenerlo en su estado óptimo, eso es lo que vamos a pretender al recorrer esta Senda del Cuerpo SANO. En ese camino diario también vamos a encontrarnos muchas trampas que van a intentar desviarnos de nuestra ruta, atajos o lastres que van apareciendo a medida que caminamos pero que en realidad nos hacen un flaco favor. Algunas terapias nos pueden ayudar a mantenernos en ruta y, si no estamos en nuestro mejor momento, a buscar el camino de vuelta a nuestra senda.

Mi nombre es Sonia y soy Fisioterapeuta. Llevo más de 15 años formándome y trabajando con diferentes terapias y métodos, principalmente manuales y naturales. En este blog poco a poco te iré proponiendo técnicas y terapias con las que trabajo a diario, contadas junto a mis vivencias personales, con el propósito de que también a ti puedan acompañarte a recorrer ese camino.

Y llegado este momento, una vez finalizadas las presentaciones, ¡cojamos carrerilla y disfrutemos del viaje!

martes, 25 de septiembre de 2012

Arreglémoslo entre los dos


En un post anterior aparqué la idea de que sean otros los que nos curen con la intención de volver a hablar sobre ello en otro momento.

Muchas veces el paciente entra en la consulta y dice “arregla esto”, y es que tenemos la idea de que es algo ajeno a nosotros, que hay personas que nos van a quitar eso que está mal.

Hay un señor que nos arregla el coche, otro que nos arregla el ordenador, otro que nos arregla los electrodomésticos, nos hacen la ropa, construyen nuestras casas, nos hacen los muebles, y ¿por qué no? nos curan. Y es que el mundo de las especializaciones nos ha convertido en muy sabios en cositas muy pequeñas. Hemos aprendido a dejar en manos de otras personas lo que en otros tiempos tendríamos que haber hecho nosotros mismos, porque no se puede saber todo y al final tenemos que elegir. Sin saber cómo, hemos llegado a vivir en un mundo en el que lo normal es que otros cuiden a nuestros hijos o elijan el menú que debemos comer, y lo aceptamos. Lo que sucede es que eso ha cambiado nuestro enfoque y nos ha acostumbrado a que siempre haya alguien que se dedique a arreglar lo que sea que nos ocurra. Eso no nos parece malo del todo mientras exista ese profesional y nos lo podamos permitir. Pero claro, eso a la vez nos ha dado sensación de desposeernos de nuestra responsabilidad, ¿dónde la hemos dejado? Pues se la hemos dado al señor que nos arregla el coche, el ordenador, los electrodomésticos… y, claro que sí, al que nos cura.

Por supuesto, el enfermo acude al personal sanitario, que es lo que debe hacer, y además va con su mejor voluntad y se la pone al profesional encima de la mesa “dígame usted lo que tengo que hacer para curarme, y lo haré”. Ese es un primer paso hacia la curación. Por descontado, los profesionales hacemos nuestra parte del trato, ponemos todos nuestros conocimientos y la mejor voluntad en que nuestros pacientes se curen. Los profesionales somos los “facilitadores” de esos procesos, acompañamos al cuerpo, como haces cuando enseñas a un niño a tirarse de cabeza, primero tienes que negociar con él hasta convencerle, le acompañas al borde de la piscina, le dices cómo se hace, se lo puedes hasta mostrar, pero ahora le toca a él pegarse panzazos hasta que aprende la forma. Es que para que la curación suceda, el paciente tiene que hacer su parte. Porque ésta no sucede en otro lugar que en el propio interior de su cuerpo, que debe tener las capacidades necesarias para alcanzar la curación, lo que llamamos “el terreno”.

“No hay enfermedades, sino enfermos” se dice, porque hay gente que enferma y gente que no, personas que se curan y otras que no.

Ese terreno no es otra cosa que la balanza entre la salud y la enfermedad, la capacidad del cuerpo de mantenerse en la salud y las fuerzas de las que dispone para tratar de recuperarla cuando se ha perdido el equilibrio. Si nuestra balanza se inclina hacia la salud, entonces todo va viento en popa, pero cuando se inclina al otro lado… bueno, pues no va tan bien y empiezan a aparecer las goteras.

Esos factores que componen el terreno son múltiples, tales como la alimentación, el ejercicio, la edad, los factores ambientales, emocionales, genéticos, higiénicos… Cuando hablo de higiene no me refiero únicamente al nivel de limpieza corporal, sino también a cuánto cuidamos el cuerpo, la vida que nos pegamos, si cuidamos los pasos que damos, si nos ponemos en manos de terapeutas cuando es preciso...

Frecuentemente, a la consulta de los fisioterapeutas acuden pacientes diciendo “hace 20 años ya tuve este dolor y un fisioterapeuta me lo quitó en una sesión”, ya, pero ¡de eso hace 20 años! Y a lo mejor no has vuelto a tratarte. Es muy probable que esta vez sea un poco más complicado.

Por eso, cuando un paciente entra y me dice “arregla esto” no puedo evitar decirle con una sonrisa “a ver qué me has traído”.

1 comentario:

  1. Estoy deseando "ver que me traes" en el siguiente post. Me encanta. Sigue así.

    Besos

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